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Ecos deseosos de un ser desconocido

Los seres tienen la violencia del deseo, invasora, quemante, irradiada por pasiones que subyugan y penetran con fuerza en la certeza de nuestras almas. Los seres poseen la violencia amorosa: como una guerra, como todas las guerras que han hecho perecer a la humanidad, como la oportunidad de cada quien de matar o morir, una especie de democracia de lo inevitable, como una cierta bondad, como una cierta belleza. Aunque a veces o la mayoría de las veces se encuentran atados, asfixiados o inmersos en la miseria por los malditos temores.
Perecen en abismos de agonía infinita buscando una salida, pero no la encuentran; pareciera que sus intentos de abrirse paso entre las tinieblas son inútiles. Poseen la flagrante y flamante agudeza de su fe, una creencia inexcusable y existente para la belleza del alma, pero la evaden con tal agilidad de las sublimes pasiones. Los seres que tienen la verdad más sangrienta: la de su existencia, y que violentamente desaparece de sus manos ¿acaso aquellos seres son incapaces de rozar por un momento siquiera las dulces mieles de la libertad? ¿Será que ha llegado el momento para dedicar un réquiem a aquellas almas que ocultan su ferocidad detrás de trajes banales, temerosos de su propia existencia? Aquellos seres majestuosos que poseen la bella capacidad de desgarrarse en los momentos finales para dar un último aliento ¿Por qué temen mostrarse sin atavío alguno?
Seres a los cuales sus visiones estelares les han mostrado el camino ya. Los seres que poseen las más brillantes cualidades: desnudarse ante las luces cósmicas de un universo lejano, dar asilo a los más perspicaces ingenios, prepararse para la belleza de un canto nocturno. Los seres que pueden desplegar sus alas resplandecientes sobre cielos tan altos y majestuosos vistos solamente en los sueños de los más grandes. Brillen con el deseo explosivo de su capacidad para continuar, dejen atrás los amarres de temores mezquinos, busquen el lado más resplandeciente de su pasión.
Un soliloquio desbordante me indica que yo pertenezco a esos seres, sin embargo, otro me indica que sólo soy un ser que camina junto a humanos, pero no creo que sea como ellos en lo absoluto. De alguna forma me doy cuenta poco a poco de cómo todos se afanan en usar los mismos trajes banales aunque creo que no es lo más correcto. Soñando con la luz del día sólo pocos saben la realidad de hacia dónde nos dirigimos.  
Una pregunta asalta mis pensamientos ¿Tenemos miedo? Por supuesto que no, somos seres orgullosos evolucionados, así que nos armamos con las ideas...y decimos que no es miedo, sino cordura. Y esa misma cordura es la que nos lleva a mentir porque tenemos miedo de aceptar que tenemos miedo a todo lo que es ajeno a nosotros e inclusive a decir lo que realmente se siente; buscando el anonimato y no puedo ver la razón de esto, solamente cuando la locura pasa frente a nosotros es cuando se vuelve difícil el ignorar ese sentimiento.
Vivimos bajo los mismos techos y ni siquiera logramos conocernos del todo, viviendo entre lo desconocido, blandiendo espadas con la juventud que arrasa con todo a su paso. Sólo necesito una razón para seguir viviendo en un mundo que no tiene una.
¿Es la magia lo que nos hace o es algo en el cielo azul? Todos hablamos con la misma lengua pero sé que no pensamos de la misma manera, caminando a través de  lo desconocido asegurándonos de que no lo hacemos solos. Sólo necesito una razón para saber que estoy haciendo lo correcto al separarme del sendero marcado. No puedo evitar el sentimiento de lo desconocido esperándome en un sendero distinto, una razón invisible que me obliga a irme esta noche, que me empuja a construir una vereda distinta y que me pregunta a gritos ¿Qué quieres? Que me hace escuchar a la locura entre los hilos del viento, llamándome y haciéndome difícil ignorar ese sentimiento de correr entre las delicias de lo desconocido, libertad escrutable, apasionante y explosiva.
Hay una sombra que se posa frente a mis ojos, una evanescente y misteriosa imagen que me perturba hasta los huesos y que poco a poco toma la figura de un ente pensante. Por alguna extraña fuerza puedo unir mis pensamientos con los suyos; puedo oír sus pensamientos y no sabe lo duro que resulta tratar de descifrar cada uno de sus significados por mí mismo, le pido que por favor no me deje solo durmiendo junto a ellos persiguiendo una luz que se aleja del amanecer, la luz del rastro que dejamos para volver al camino donde estábamos. Ahora todo me resulta abrumador y sé que al igual que a mí le resulta atemorizante, puedo verlo porque sus ojos le delatan y ahora nos encontramos corriendo quien sabe de qué demonios, huyendo hacia una cripta que contiene un millar de palabras revueltas que también se esconden de su pasado, escondiéndose en la oscuridad y de la violencia que les acecha. Buscando una señal hemos ido demasiado lejos y nos hemos quedado perdidos en uno de los bosques más oscuros de la conciencia.
Si nuestro pasado pudiera darnos un consejo seria que no nos escondiéramos en la oscuridad de nuestras emociones reprimidas jugando juegos tan oscuros como la brea, — ¡prende las luces!— gritaría, —hora de cambiar porque los enemigos sólo duermen en tu mente.
—Mírame a los ojos ¿podemos luchar para salvar esto? —Me espeta la enigmática visión ¿cómo respondo a su cuestionamiento? Observando las luces embriagadoras de un futuro prometedor, girando entre ellas me pregunto si moriremos siendo mayores o nuestra juventud se marchitará pronto. El silencio entre nosotros es una maldición tan filosa que rompe el hielo, la verdad se asoma por sus ojos y ellos le delatan una y mil veces más.
Sus sentimientos nos golpean, están demasiado entrometidos que apagan las luces que tiempo atrás había encendido para nosotros y que hasta hoy nos guiaban, buscando una señal hemos ido demasiado lejos obligándonos a escondernos de los gritos agonizantes y es que la oscuridad siempre ha estado de su lado, y lo que más me lastima son sus falsas promesas ¿no dijiste que nos quedaríamos a escuchar hasta que el último eco sonara?


Urban romance (maekke) by maekke 



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