«Si eres lo suficientemente valiente para decir
adiós, la vida te recompensará con un nuevo hola.»
Paulo Coelho
Últimamente me he preguntado acerca de los dones que
tiene el ser humano; como el don de amar, el de ser compasivos, el de perdonar,
los dones estéticos como la belleza o el canto, pero creo que el don más fuerte
que poseemos y que en ocasiones relegamos, obviamos, eludimos o simplemente consideramos algo
negativo es el de poder decir, adiós.
Hace ya varios días que buscando en alguna que otra
playlist me encontré con una canción llamada: «The Power of Goodbye» o el «El
poder del adiós» en castellano, la cual es interpretada por Madonna y que vio su
debut en el séptimo álbum de estudio de la cantante estadounidense, en 1998 bajo
el título: «Ray of Light» y del cual se desprenden otros singles como Frozen,
Ray of Light o Nothing Really Matters. «The Power of Goodbye» tiene una melodía
profunda y melancólica, pero lo que más llamó mi atención fue su letra, esta
habla de lo fuerte que es el decir adiós, de lo doloroso que puede resultar,
pero también de lo sanador que resulta porque no hay nada más poderoso que el
poder del adiós.
Portada de Ray of Light |
Contraportada de Ray of light |
En muchas ocasiones hemos tenido que decir adiós;
cuando es hora de crecer y dejar de lado los juguetes, cuando abandonamos algún
grado escolar, cuando hay que dejar de lado malos hábitos, cuando tenemos que
aprender a comer de una manera saludable, cuando es hora de abandonar la casa
de nuestros padres, cuando realizamos un viaje, cuando terminamos con una
relación o cuando perdemos a aquella persona por la cual se sentía un inmenso
afecto. Sí, el decir adiós duele, quema por dentro y en ocasiones lastima tanto
que nos hace ciegos de todo aquello que la vida nos aporta, pero hay una parte
luminosa del adiós, una que libera el alma de todo aquello que nos impide
avanzar.
«The freedom comes when you learn to let go,
creation comes when you learn to say no/La libertad llega cuando aprendes a
dejar ir, la creación llega cuando aprendes a decir no.»
Creo que el adiós que más duele es el que se da a
los individuos con los cuales compartimos gran parte de nuestra vida, pero
olvidamos que cada persona que toca nuestra vida es una lección aprendida y que
es necesario que sea una lección para otras personas. Las relaciones humanas
son eso, lecciones de vida que son necesarias afrontar para aprender cómo
enfrentar el árido desierto que en ocasiones resulta ser la vida.
La verdad detrás de todo esto es que tenemos —en
muchas ocasiones— miedo de avanzar, miedo a que ese comienzo nos retire tanto
de lo que estábamos acostumbrados y que no podamos ser quien éramos antes, pero
hasta en eso hay que aprender a decir adiós, los cambios son inevitables, nada
perdura para siempre y el adiós nos aporta la fortaleza para emprender un nuevo
camino y afrontar lo inevitable del cambio. La dicha del decir adiós es que nos
permite abrir nuestro corazón al universo y lo nuevo que puede ocurrir, la
dicha de encontrar algo magnifico en aquello a lo que tanto temíamos. Todo tiene
un ciclo y cada ciclo posee un inicio y un final, pero no por ello significa
que sea el fin del camino. El adiós permite que nos liberemos de los amarres
que nos mantienen estáticos.
«There’s
no greater power than the power of good-bye/No hay poder más grande que el poder
del adiós.»
Pero el adiós no sólo libera a quien lo otorga, sino
también a quien lo recibe, porque también significa que su ciclo ha terminado y
le es posible comenzar uno nuevo, que es libre de surcar nuevos horizontes y de
encontrar nuevos ciclos que llenar.
Etimológicamente la palabra «adiós» se remite a la
frase usada en la antigüedad «a Dios seas» y cuyo significado era «te
encomiendo a Dios». Esto sonará un tanto religioso o místico, pero desde mi
perspectiva debemos ver el «adiós» como un «a Dios»; a Dios encomiendo mi vida,
a Dios le entrego mi pasado, a Dios le entrego mi presente, a Dios le entrego
mi futuro y a Dios le entrego todo aquello que me proporcionó lo que necesitaba
para vivir y hoy debe continuar con su camino.
Cuando nos abrimos al adiós todo brilla con nuevas
posibilidades, se pinta de nuevos colores y se presenta también con nuevos
retos. El adiós es una decisión única y exclusivamente de cada individuo, sólo
el posee el poder del adiós en sus manos y decide el momento en que es
necesario para su alma el utilizarlo.
Hoy nos encontramos nuevamente ante un año que se va y al cual hay que decir adiós, un año en el cual tuvimos demasiadas cosas que enfrentar, independientemente de si fueron buenas o malas debemos verlas como lecciones de vida que nos permiten crecer tanto espiritual como mentalmente. El decir adiós siempre trae consigo la esperanza de un luminoso comienzo y es por eso que debemos perder el miedo a decir adiós.
Con este post les digo adiós a todos aquellos que han tomado un minuto de su tiempo para leerme y también le digo adiós a todos esos bellos momentos que tuve la dicha de vivir y que de ahora en adelante permanecerán para siempre en mis recuerdos y también a los malos porque de alguna manera me hicieron aprender a sobrellevar los obstáculos. Recuerden el decir adiós no es una despedida, simplemente es encomendar todo lo que venga a Dios.
Y con la misma esperanza que hoy digo adiós, de igual manera digo que bienvenido sea todo lo bueno, todo lo malo, todo lo hermoso, todo lo feo y todo aquello que tenga que venir y así crecer mental, espiritual y físicamente. sólo resta decir: gracias.
Y con la misma esperanza que hoy digo adiós, de igual manera digo que bienvenido sea todo lo bueno, todo lo malo, todo lo hermoso, todo lo feo y todo aquello que tenga que venir y así crecer mental, espiritual y físicamente. sólo resta decir: gracias.
«Learn to say goodbye. I yearn to say good-bye/Aprende
a decir adiós. Anhelo decir adiós.»
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